Lujuria y sensualidad
La sensualidad ayuda a vivir y a disfrutar más las emociones, a mostrarnos como somos, a ser más felices, mientras que el instinto reprimido genera agresividad
Acabás de conocer a alguien que te ha seducido a primera vista... y las fantasías surgen inmediatamente. Si realmente has quedado impresionado, no dejas de imaginar qué podéis hacer juntos y cómo. Sin límites. Sin vergüenza. Sin censuras. Quizá jamás llegaréis a intimar, pero tu imaginación ya lo está disfrutando.
La lujuria, según Simón Blackburn, autor de ensayos filosóficos tan populares como Pensar y Sobre la bondad, es furtiva, impetuosa, oportunista, y si la reprimimos se estropea. Así que, sea como sea, hay que rescatarla, elevarla de la categoría de pecado a la de virtud. Porque, sobre todo, es una forma de juego vital y afirmativo, un gozo más de la mente sana.
Lujuria y sensualidad en la pareja
¡Fuera tabúes y pudor!
Sin embargo, la lujuria está considerada uno de los siete pecados capitales. Así lo transmitió el Cristianismo a lo largo de los siglos y durante su expansión por el mundo. Pero ¿cómo va a ser pecaminoso el deseo, sobre todo si es recíproco? Curiosea en ti mismo hasta encontrar con madurez tu propio reconocimiento libidinoso, aprende a conocerte, a valorar tus preferencias. El placer, la sensualidad, ayudan a vivir mejor las emociones, mientras que los instintos reprimidos dan lugar a agresividades desplazadas que nos acaban perjudicando.
¿Aprenderías algo nuevo?
La actividad sexual frecuente produce los mismos niveles de felicidad que un aumento salarial, según demostraron recientemente dos economistas de Dartmouth College (EEUU) y de la Universidad de Warwick, en Inglaterra. Y más aún: reduce el riesgo de cáncer de próstata y de mama, eleva los índices de inmunidad, alivia el estrés y quema unas 180 calorías en media hora. Pero, como afirma la doctora Ruth Westheimer,"no es cuestión de cantidad, sino de cuan placentero e interesante puede ser el sexo".